La
vieja prensa
Aguinaliu
es un pintoresco pueblo al norte de la Sierra de la Carrodilla que
vale la pena conocer. A los nacidos en Barbastro nos suena porque la
tradición dice que San Ramón durmió allí cuando fue desterrado.
Su
nombre quiere decir “nido de águilas”. El diccionario Madoz
(1845) no habla muy bien: “su posición topográfica es la peor que
pueda darse; en el invierno son las 10 de la mañana cuando aun no
baña el sol la mitad del pueblo, y a las dos de la tarde queda en la
oscuridad mas completa. Cuenta 41 casas colocadas en anfiteatro, a
excepción de 10 o 12 que pueden decirse regulares; las demás son
malísimas”.
Cuando
vienes de la carretera desde Graus o del camino de Estadilla no lo
ves hasta que llegas al mismo pueblo. Posiblemente ese ocultamiento
buscado sea el motivo de tan mala orientación.
Aún
así, en aquellos años contaba con 287 habitantes, mientras que
ahora únicamente hay una veintena. El barrio alto está casi
derruido con apenas unas casas que se están recuperando. En el
barrio bajo, las casas están más modernizadas.
Junto
al camino vemos una prensa de aceite de las denominadas “de viga y
quintal” que se va deteriorando después que se cayera la techumbre
que le protegía de las inclemencias del tiempo.
La
prensa de viga y quintal, es una de las prensas para la elaboración
del aceite de oliva, más utilizada entre el siglo XVII y el siglo
XIX. En los cercanos pueblos de Aler y Juseu también quedan restos.
La
prensa de palanca es un monumental mecanismo de madera, basado en el
principio de la palanca, de un tamaño entre 10 y 15 metros. La
presión es ejercida de forma progresiva y lenta, gracias a un peso o
quintal de piedra de unos 3.000 kilogramos, sobre los capachos donde
se colocaba la pasta de las olivas molidas.
La
del pueblo, también cercano, de Castarlenas la podemos ver en la
plaza de la Compañía en Graus. En Panillo hay una prensa restaurada
que se encuentra protegida por un tejado.
En
la calle Las Fuentes de Barbastro podemos contemplar la de Puig de
Cinca, que fue construida en el año 1818. Como vemos, fue una prensa
muy habitual en aquellos pueblos donde había olivos.
Los
molinos de harina y de trigo eran dos infraestructuras básicas en
los pueblos de nuestra provincia para posibilitar la supervivencia de
la población y poder generar excedentes para comerciar.
Ahora
los miramos como muestras de museo de un mundo tradicional que ya no
existe, pero deberíamos verlos también como elementos que costaron
mucho esfuerzo construir.
Ciertamente,
el modo de vida era muy penoso, pero el dominio de la naturaleza
posibilitó que se pudiera vivir. Igualmente, había muchas
diferencias según las tierras que tuvieran cada casa.
Así,
muchas personas tenían que hacer de sirvientes para las casas más
buenas. En la cercana Casa Blasco (donde se encuentra la ermita de
San Andrés) se dice que se juntaban para negociar los precios de las
mercancías y los salarios.
Hoy
ya no queda nada de aquella organización económica y social. Tal
vez, los más ancianos del lugar sí hayan vivido ese tiempo, pero
sus descendientes únicamente vienen a veranear o cultivar las
tierras.
Hoy
quedan esos restos de esos medios de producción que permitieron
vivir a más población que la que actualmente habita en nuestra
provincia. Por eso, los tenemos que ver con esa perspectiva.
Hace
unos días visitamos Aguinaliu con un grupo de senderismo haciendo el
camino que hizo San Ramón desde Estada. A la entrada del pueblo nos
recibió el Pilaret de San Antonio.
Muy
cerca está Casa Miguel. Aquí nació Antonia que ha cumplido 102
años y ahora vive en una torre junto a Binéfar. Sus descendientes
todavía vienen para podar y recolectar las oliveras.
Hablamos
con uno de los nuevos habitantes que está rehaciendo casas en la
parte más alta. Nos cuenta sus proyectos de hacer un bar con
terraza. Le queda mucho trabajo por hacer, pero sigue en la tarea de
reconstrucción.
Antes
de irnos, hablamos con un señor mayor de Casa Huguet que se interesa
por nuestra visita. Acaban de arreglar la casa. Se le ve contento.
Daniel
VALLÉS TURMO
Enero 2017
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